A las 08:35 de este miércoles 11 de junio de 2025, el bullicio del transporte urbano, los pitos de las motos y los gritos de los comerciantes de la plazoleta fueron interrumpidos por el estruendo de varias detonaciones de un arma de fuego, en el sector Aire Libre, uno de los más concurridos de Esmeraldas, donde fue asesinado Beder Ocampo, de 40 años.

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La víctima estaba sentada en su motocicleta, esperando un nuevo encargo de reparto o un flete, cuando dos sujetos a bordo de una moto se le acercaron y le dispararon en el pecho y la cabeza, según lo que narraron unos testigos.

Hombre dedicado a su familia

Los relatos de aquellos que conocieron a Beder dibujan el perfil de un hombre entregado a su trabajo y a su familia. “Yo lo veía todos los días por aquí, trabajaba honradamente. No entiendo por qué a él”, manifestó un conocido del conductor.

Su madre, doña Matilde Ocampo, relató entre lágrimas cómo desde niño Beder se esforzó por ayudar en casa. “Mi hijo fue mi sostén. Desde los 14 años se montó en una bicicleta para repartir verduras. Después se compró su primera moto a crédito”.

Beder se levantaba todos los días antes de las 06:00 para comenzar su jornada como repartidor. “No era delincuente, no era vago. ¡Era un hombre bueno! ¿Por qué le hicieron esto?”, gritaba entre sollozos su hermana Diana.

El posible motivo del crimen

El cuerpo de Beder permaneció casi una hora tendido sobre el asfalto, junto a su motocicleta, mientras los agentes de Criminalística recogían casquillos y tomaba fotografías, en medio de una multitud conmocionada.

Las autoridades no han ofrecido mayores detalles sobre el móvil de este crimen. La versión preliminar apunta a un posible ajuste de cuentas, pero un cuñado de la víctima aclaró que “Beder no tenía enemigos, ni deudas, ni andaba en malos pasos. Esto fue un asesinato a sangre fría. Exigimos justicia”.

La comunidad de Aire Libre, particularmente afectada por incidentes similares, critica la falta de presencia policial y patrullaje eficaz. En la residencia de los Ocampo, rodeados de velas y fotografías de Beder, su madre sostiene el casco de su hijo, un símbolo de los sueños y aspiraciones truncados por la violencia.

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