En el barrio San Antonio, en el norte de Quito, un aluvión arrasó con casas, enseres, animales y medios de vida de varias familias. Tres viviendas resultaron directamente afectadas, mientras vecinos organizan mingas para limpiar el lodo y temen nuevas lluvias.

Magdalena Guamán, una de las damnificadas, recuerda cómo el agua bajó con fuerza desde el cerro Catequilla, empapando todo a su paso.

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“Estaba todo lleno, los cuartos, las cosas, todo. Perdimos todo. Yo llegué de mi trabajo con el uniforme y mis hijas también se quedaron con la ropa puesta. Perdí juguetes, útiles escolares, uniformes… absolutamente todo”.

“Queremos que se investigue la mina”

No es la primera lluvia fuerte en la zona, pero sí la que más daño ha dejado. Vecinos señalan a una mina cerrada en Catequilla como posible causa de que el agua baje sin control.

“Ahí se reúne toda el agua. Cada que llueve fuerte, viene como un río y arrasa con todo”, explica Elena Guaján, quien vive en el sector desde hace 37 años. Piden a las autoridades que no se limiten a visitas y promesas: quieren estudios, obras y seguridad.

“Se me murieron todos los animales”

En otra casa, Rosa Cashiguano no solo perdió muebles y ropa: perdió su forma de subsistir. “Mis cuyes, mis conejos, mis gallinas, todos están enterrados en el lodo”, relata mientras muestra el patio cubierto de tierra y escombros.

Cashiguano asegura que al menos cinco familias de su cuadra enfrentan pérdidas similares. “Si no fuera por mi familia, no podríamos ni limpiar. Queremos que nos ayuden con palas, con algo para sacar todo lo que quedó enterrado”.

Recuerda el granizo golpeando el techo antes de que todo se volviera un caos.

“El agua entró como un río”

José Tituaña estaba trabajando cuando lo llamaron para avisarle que el agua bajaba con fuerza. “Fue horrible. Mi principal preocupación era mi familia. No alcanzaron a sacar nada. El agua entró como un río”.

Miedo a que vuelva a llover

Gestión de Riesgos, la Alcaldía y la junta parroquial entregaron alimentos, ropa y ofrecieron apoyo. Pero en el barrio la sensación es otra: el peligro sigue ahí pues las lluvias han persistido desde ese día.

“Estamos durmiendo acá arriba (segundo piso), sin saber qué va a pasar. Tenemos miedo”, dice Magdalena.

La comunidad exige obras estructurales urgentes: drenaje y estudios sobre la mina que podría estar agravando el impacto de las lluvias. Mientras tanto, se organizan mingas y siguen contando lo que perdieron.

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