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Ecuador

Entre las tumbas recordaron historias y personajes de la provincia de Chimborazo.Patricia Oleas

Día de los Difuntos: Leyendas, recuerdos y tradiciones en los cementerios

En Riobamba hubo jornada cultural. En Playas sirvieron alimentos para quienes partieron. En comunas de Santa Elena bendijeron  tumbas

Entre tumbas, la oscuridad y el murmullo del viento, las voces del pasado despertaron una vez más en el Cementerio Municipal de Riobamba, provincia de Chimborazo. Durante las noches del 1 y 2 de noviembre, en el día, cientos de personas participaron en un recorrido que combinó historia, fe y misterio, con motivo del Día de los Difuntos.

El camposanto se transformó en un escenario de memoria viva, donde diez estaciones teatrales dieron vida a historias y leyendas tradicionales de la ciudad y provincia, como El Descabezado, El Luterano, La Dama Blanca, El Robo de las Libras Esterlinas, La Caída de la Bruja, Las Voladoras, El Misterio de la Laguna de Colta, El Hueco del Acueducto y En Tinieblas.

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El recorrido comenzó con la figura del Animero, personaje ancestral que, con su farol y sus rezos, recorre las calles guiando las almas de los difuntos. Su presencia marcó el inicio de una experiencia simbólica, donde el respeto por los muertos se entrelazó con la curiosidad por las historias.

Una de las propuestas más conmovedoras fue En Tinieblas, presentada por el joven Andrés. Su frase: “Los buenos no mueren... porque para ver la luz, a veces hay que nacer en tinieblas”, resonó entre los asistentes como una profunda reflexión sobre la vida, culpa, muerte y lo eterno.

Mientras tanto, en los exteriores del cementerio, la jornada se vivía entre aromas, sabores y colores. Decenas de emprendedores locales participaron en una feria artesanal y gastronómica, ofreciendo productos típicos y creaciones inspiradas en la fecha. Además, los concursos de colada morada y guaguas de pan despertaron el interés del público.

En Riobamba no solo recordaron a quienes partieron, también se reconectaron con las raíces, historias que dan identidad a la ciudad.
El sacerdote Pedro García bendice las tumbas después de la misa, en las comunas de Manglaralto.JOFFRE LINO

Santa Elena: Fe, música y recuerdos en cementerios de comunas

En las comunas de la provincia de Santa Elena, como cada 2 de noviembre, los camposantos se convirtieron en escenarios de profunda devoción. Desde temprano, familiares de los difuntos llegaron con flores y velas para participar en las misas que se celebran entre las tumbas.

Durante la ceremonia, el sacerdote pronuncia uno a uno los nombres de quienes reposan en el cementerio y eleva plegarias por el descanso eterno de sus almas. Aunque el listado suele ser extenso, los deudos escuchan con respeto, convencidos de que, a través de la oración, mantienen viva la conexión con quienes partieron.

Estas misas se han convertido en una tradición en las comunas peninsulares. Manuel Barzola, morador de Libertador Bolívar, recuerda que en su comunidad llevan más de cuatro décadas con esta práctica. “Antes, muchos de los fallecidos eran personas muy devotas que no faltaban a las misas dominicales. Por eso decidimos rendirles homenaje cada 2 de noviembre, en el lugar donde descansan”, comentó.

Antes de culminar la ceremonia, el sacerdote recorre cada una de las tumbas para rociarles agua bendita y orar junto a los deudos.

Una expresión popular

En varios poblados, los cementerios están en la cima de los cerros. Hasta allí suben las familias con sus ofrendas, y durante la misa, el silencio se mezcla con el murmullo del viento y el canto de las aves. Algunos acompañan la jornada con música suave, rezos colectivos o la tradicional colada morada y el pan de muerto.

El Día de los Difuntos en Santa Elena es como un encuentro espiritual entre vivos y muertos. “Es una expresión de fe popular que refuerza los lazos familiares y mantiene encendida la llama del recuerdo”, manifestó el historiador peninsular, José Villón Torres.

Cuando la noche cae, las velas encendidas alumbran los platos en la mesa.NESTOR MENDOZA

Playas: Platos con comida para los difuntos

Cada 2 de noviembre, cuando el sol se desliza sobre el mar de Playas, provincia del Guayas,  las voces se alzan como plegarias antiguas: “Ángeles somos, del cielo venimos, hambre traemos y pan pedimos”.

En el barrio Balcón del Pacífico, conocido como el Mirador de Playas, vivieron la tradición de poner alimentos para los muertos.

Carlos Yagual Reinoso, un abogado que preserva la historia de su pueblo, explicó que se trata de una costumbre muy antigua de los mayores: colocar la tradicional Mesa para el Muerto.

Esto consiste en preparar todos los platos que le gustaban al difunto: ceviche, caldo de pescado, asados, frutas dulces y su bebida favorita. Todo se dispone sobre un gran mesón cubierto con sábanas blancas, rodeado de velas y recuerdos.

Mientras la familia visita el cementerio, las viandas quedan servidas, esperando que el alma del difunto regrese a comer. Al volver a casa, al caer la tarde, la comida se reparte entre los vecinos. Pocas familias mantienen viva esta tradición.

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