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Ecuador

Tradición en Riobamba: Centenaria devoción a la Virgen de la Peña
Imagen grabada en una roca atrae, año tras año, a peregrinos que suben hasta el peñón a realizar sus plegarias
El santuario de la Virgen del Rosario de la Peña es un lugar donde la fe y la naturaleza se fusionan. En la antigua parroquia Pungalá, en Riobamba, Chimborazo, sobre una colina que domina el río Chambo, levantaron este templo, cuya imagen principal fue pintada al óleo en una roca suspendida a más de 200 metros de altura. El conjunto, que reposa sobre siete grandes piedras, parece un “trono natural” esculpido por la montaña.
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Desde el peñón, el silencio, roto apenas por el viento, intensifica la experiencia devocional. Para acceder, es necesario ascender decenas de gradas y seguir senderos empinados que, especialmente en octubre, se tapizan de flores, promesas y oraciones.
La fe en la Virgen de la Peña ha perdurado a través de los siglos. En 1905, al colocarse la piedra conmemorativa del nuevo santuario, las carreteras eran inexistentes. Los peregrinos llegaban a pie o a caballo por un antiguo camino de herradura. “Los caminantes se detenían a dejar mechones de lana, piedritas o flores silvestres, como una señal de respeto y fe”, recuerda Concepción Coronel, una vecina de la parroquia.
La tradición oral relata que el origen de esta advocación se dio cuando una niña que hilaba y cuidaba sus ovejas mencionó haber sido asistida por una misteriosa señora. Tiempo después, al ver una imagen mariana, la reconoció: era ella, quien la acompañaba. Desde entonces, la historia se ha transmitido de generación en generación, acompañada de innumerables relatos de milagros que fieles aseguran haber presenciado.
El más recordado es el ocurrido con un hombre de Licto, quien, al ver su casa amenazada por el fuego, él desesperado, colocó un cuadro de la Virgen de la Peña en la pared y las llamas se extinguieron de inmediato. En agradecimiento, él mandó fundir una campana de bronce que aún hoy repica en el santuario.
Cada 7 de octubre, el santuario se revitaliza. Cientos de fieles caminan hasta el peñón para cumplir sus promesas, en medio de rezos, música y alegría. La fiesta en honor a la Virgen incluye serenatas, caminatas, rodeos criollos y toros de pueblo, pero el eje de la celebración sigue siendo la sagrada imagen que mira desde lo alto.
“Es una fe que no se apaga. Nuestros abuelos venían descalzos a pedir por la lluvia o por la salud de sus hijos. Ahora venimos nosotros, y sentimos lo mismo: que la Virgen nos escucha”, comenta una devota.

Era un sitio de adoración
El historiador Alfredo Costales afirma que la roca donde se encuentra la Virgen era un sitio de adoración para incas y puruhaes. “Para ellos era el Pacarina, un lugar sagrado donde rendían culto, danzaban y dejaban sus ofrendas”.
Los antiguos pobladores llamaban apachetas a estos lugares de encuentro entre la fe y la naturaleza. Y esa unión se mantiene viva a través de los peregrinos que suben, una y otra vez, llevando la esperanza entre sus manos.
El Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) Municipal de Riobamba ha ejecutado, durante dos periodos, la iluminación de la fachada y el graderío, transformando este templo no solo en un sitio de peregrinación, sino también en un importante atractivo turístico.
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