El Centro de Privación de Libertad (CPL) N.º 1 de Machala (El Oro) volvió a ser escenario de tensión, tras un ataque con un artefacto explosivo transportado por un dron y el consecuente traslado de más de 85 presos hacia centros penitenciarios de máxima seguridad.

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Durante el mediodía de este jueves 20 de noviembre, decenas de familiares de los internos se aglomeraron en los exteriores del penal. Gritos, llanto y escenas de angustia marcaron la jornada.

Desde las celdas del pabellón La Paz, algunos reclusos ondeaban camisetas y se despedían mientras eran preparados para la movilización. “Me van a matar”, alcanzó a gritar un interno desde el segundo piso, reflejando el pánico ante el cambio de destino.

“Alex, amor, te voy a extrañar”, gritó una mujer aferrada a la malla metálica.

Internos fueron sacados del reclusorio

El traslado ocurre después del atentado de la noche del miércoles, cuando hicieron sobrevolar por la cárcel un dron cargado con explosivos, al parecer con el objetivo de impactar el pabellón Zaruma, zona donde se encuentran los miembros del grupo criminal Sao-Box.

Según información policial, el dispositivo aéreo liberó una carga explosiva de fabricación artesanal. Sin embargo, el explosivo estalló antes de llegar a su objetivo, generando daños únicamente en un pasillo interno.

El Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad (SNAI) informó que la situación fue controlada de manera inmediata. Una fuente policial explicó que el ataque estaría vinculado directamente a la reorganización interna tras recientes movimientos de reos.

A inicios de esta semana, el SNAI confirmó que un grupo de 86 reclusos había sido trasladado hacia la cárcel de Santa Elena, como parte de las medidas de seguridad enfocadas en reducir las disputas.

Este cambio de balance, según investigaciones policiales, ha generado tensiones y represalias internas.

Temor entre habitantes de barrio aledaño

La población aledaña vive con miedo. “Uno se duerme con miedo, cualquier rato empiezan los disparos”, dijo un morador. Durante la última explosión, varios vidrios de casas cercanas se trizaron.

El colegio Ismael Pérez Pazmiño, situado a 300 metros de la cárcel, anunció la suspensión de clases ante la tensión e inseguridad generada por la violencia cerca del penal.

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