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Ecuador

Tras 20 años de silencio, identifican restos de hombre desaparecido en Ambato
La familia de Segundo Torres Caguana por fin pudo conocer su desenlace, tras dos décadas de incertidumbre
El lunes 1 de diciembre del 2024 marcó el fin de una espera que parecía interminable. Después de 20 años, la familia de Segundo Torres Caguana, desaparecido el 5 de enero del 2004 en Izamba, norte de Ambato, recibió por fin la noticia que tanto temían, pero que al mismo tiempo necesitaban para cerrar un ciclo: sus restos fueron identificados.
El coronel Jimmy Viteri, comandante de la Subzona de Tungurahua, explicó que el caso pudo resolverse gracias al trabajo articulado entre la Dinased, Fiscalía, empresa privada y el Municipio de Ambato.
Aunque la desaparición fue denunciada recién en el 2016, cuando ya habían pasado 12 años, el protocolo permitió que la Unidad de Personas Desaparecidas iniciara la búsqueda formal.
Exhumaciones que abrieron el camino
Entre septiembre y octubre del 2024, un equipo técnico realizó la exhumación de 95 cuerpos sin identificar en el cementerio de Picaihua, al sur de Ambato. Cada resto debía ser comparado con perfiles de ADN de desaparecidos de los casos más relevantes.
El fiscal Carlos Noboa, encargado del área de personas desaparecidas, destacó que se trató de un trabajo meticuloso. El proceso contó incluso con el apoyo del empresario Mauricio Ortiz, quien financió las labores. Finalmente, el análisis genético arrojó un 99,99% de compatibilidad con la familia Torres Caguana.

Un duelo que por fin tiene un lugar
La hija del fallecido, Nancy, con voz suave pero firme, recordó que no presentó la denuncia antes porque no sabía si hacerlo en Dinased o Fiscalía. “No hubiese querido que así aparezca, pero ya no tenemos la incertidumbre. Ahora tendremos un lugar donde llevarle flores”, dijo mientras sostenía la caja que contenía los restos de su padre que recibió al mediodía de este martes 2 de diciembre.
Recordó también que Segundo vivía con sus abuelos tras separarse de su madre, y que su ausencia marcó para siempre a la familia. Incluso esperaron que regresara para el funeral de su abuelo, pero nunca llegó.
Aunque el dolor persiste, la respuesta llegó. Y con ella, una forma de comenzar a sanar.
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