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Guayaquil

Trabajadoras sexuales y travestis en disputa por territorio en Guayaquil ¿Dónde?
Vecinos se quejan de que no pueden usar las bancas ni pasear en la zona por las indecencias que ocurren cuando las ‘chicas’ muestran la ‘mercancía’
Protegidos por la penumbra de la noche, vestidas con ropa ajustada y moviéndose de esquina en esquina, un grupo de transexuales femeninas ha convertido las calles que rodean la Piscina Olímpica de Guayaquil (José Mascote y Hurtado) en su centro de operaciones.
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Su presencia no incomoda a los vecinos por la actividad sexual en sí, sino por los ‘pitotes’ que se arman casi todas las semanas y en los que también participan trabajadoras sexuales, por el ‘territorio’.
“Las peleas son por quedarse con las esquinas. Las prostitutas y las trans prefieren estas calles porque son oscuras, desoladas y sus clientes pueden llegar con más discreción. Por eso empiezan las peleas. Vienen las mujeres en grupo y sacan a las transexuales, que luego regresan. Y como las trans siguen siendo hombres por más que se vistan de mujeres, con dos que llegan se las arreglan para recuperar la zona”, relató un vecino que pidió el anonimato, por seguridad.
EXTRA recorrió la zona durante varias noches de septiembre y comprobó que la oferta sexual empieza a las 22:00 y hay un límite claro del espacio: los alrededores de la Piscina Olímpica son terreno de trans y travestis, mientras que los hombres y mujeres que se prostituyen ocupan las esquinas y bancas de la avenida 9 de Octubre, desde Los Ríos hasta la Quito.
Incluso entre damas y caballeros dedicados al sexoservicio hay una frontera prácticamente invisible: ellas ocupan el sentido norte-centro de la avenida; ellos, el sentido contrario. Además, el ‘ambiente laboral’ también difiere drásticamente. En la avenida 9 de Octubre todo es risas y camaradería, y es común ver trabajadoras sexuales aprovechando el tiempo para maquillarse o haciendo ‘amistad’.

En los alrededores de la Piscina Olímpica pasa lo contrario: mientras más oscura la esquina, más deseada por las trans, que se esconden detrás de pilares o en los portales de los edificios y se muestran desconfiadas de todo aquel que camine por allí sin buscar sus servicios.
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Lo que no cambia es la forma en que los clientes transan el ‘punto’ (coito). En su mayoría, llegan en sus autos y bajan la ventana. Entonces la trabajadora o trabajador sexual se acerca y en una corta charla cuadra el valor del ‘palo’ y cuántos ‘platos’ incluye.
Si llega a un acuerdo, la persona que ofrece el sexoservicio se sube al carro, van a algún motel cercano y a más tardar una hora después vuelve por su cuenta y se para en el mismo sitio a esperar un nuevo cliente.
Sexoservidoras y transexuales cruzan acusaciones

Rebeca, sexoservidora de esa zona, aseguró que los problemas casi siempre los inician las transgénero. “A nosotras nadie nos viene a molestar o a sacar. Cuando ellas intentan trabajar aquí, enseguida vienen (los policías o los agentes de control municipal) para botarlas”.
A su favor, destacó que la 9 de Octubre está iluminada, es segura y resulta más atractiva para los clientes. “Aquí nos buscan turistas de hoteles lujosos. El problema es que a veces estamos muchas y ya no hay espacio. Entonces algunas tratan de ir una cuadra más atrás y ahí ‘saltan’ (se enojan) esas ‘manes’ (las trans)”.
Los más afectados son los residentes, que dicen haber perdido la tranquilidad del barrio. Afirman que se ha vuelto imposible salir a caminar sin toparse con alguna escena indecente.
“Uno se encuentra con esas mujeres en vestidos cortos y piernas abiertas, mostrando todo a los carros y personas que pasan. Ellas y los hombres que se prostituyen ocupan las bancas toda la noche, no hay cómo sentarse sin presenciar una situación de esas”, dijo Alexandra Lara, vecina de un condominio de ese sector del centro guayaquileño.
Este Diario intentó obtener la versión de las transgénero, pero cada acercamiento del equipo periodístico fue recibido con insultos, amenazas e incluso intentos de agresión.
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