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Íntimamente

Dayana Andrade triunfa ofreciendo apoyo emocional en lugar de contenido explícito
La modelo guayaquileña encontró un nicho único en OnlyFans, brindar consuelo emocional a hombres que se sienten ignorados por sus parejas
Dayana Andrade ha sabido capitalizar su belleza y su pasado para convertirse en algo más que una fantasía: es el refugio emocional y la figura de consuelo que varios esposos “infelices” buscan para sentirse escuchados y mimados. Un afecto que, según ellos, les es negado en sus propias parejas.
En la amplia ‘autopista’ digital de OnlyFans, donde la imagen y la sensualidad suelen ser la moneda de cambio, esta guayaquileña de 28 años ha trascendido la simple venta de fotografías y videos eróticos.
Una estrategia basada en sensualidad sin contenido explícito
Su historia, que mezcla desamor, reinvención digital y astucia comercial, la ha convertido en una presencia curiosa dentro de la página azul: más terapeuta emocional que modelo erótica, más confidente que fantasía, un espacio donde asume el rol de una esposa amorosa que escucha y consuela sin reproches.
Y esa estrategia, según ella misma reveló, es precisamente su nicho, el que ahora le permite obtener buenos réditos económicos.

Modelo desde los 16
“Desde temprana edad me dediqué al modelaje”, recuerda. Su madre la inscribió en una escuela cuando tenía 16 años y desde entonces desfiló en pasarelas de vestidos de novia, trajes formales y sesiones en traje de baño.
La cámara, dice, siempre fue un refugio natural para su expresión espontánea. A los 23 realizó su primera sesión en lencería. “Me gustó mucho y consideré que no era vulgar”, explica a EXTRA.
El desamor que llevó a Dayana Andrade a OnlyFans
Y fue ese ensayo el boleto hacia su exitoso presente. Sin embargo, el salto a la reconocida plataforma nació de un despecho amoroso. En 2023, su pareja la engañó, una traición que la modelo descubrió en videos grabados en su propia casa. “Para darle un giro a mi vida y darle interés, me puse a pensar en algo nuevo para hacer”, revela.
Un contenido sensual, pero no explícito
A sus 26 años, Dayana, quien ya había experimentado con la lencería y sabía del interés que generaban sus publicaciones en Instagram, decidió monetizar su sensualidad en la plataforma.
Su estrategia inicial fue sencilla: vender fotos y videos eróticas, pero sin mostrar sus partes íntimas, enfocándose en el desnudo artístico mediante el uso de mallas transparentes, dejando al suscriptor con el “misterio”.
Subía fotos de sesiones pasadas. Los seguidores, sin embargo, querían más. “Me decían que subiera contenido nuevo, que lo exclusivo es lo que vale”. Entonces contrató a un fotógrafo y empezó a producir imágenes únicamente para la plataforma. El crecimiento económico llegó casi de inmediato.
Pero con el aumento de suscriptores llegaron también las exigencias: fotografías sin ropa, videos sexuales o contenido explícito. Dayana fue tajante. “Ese contenido yo no hago. En mi página hay fotos sensuales, desnudos artísticos con mallas transparentes, pero no muestro mis partes íntimas”.
Esa estética cuidada y seductora, pero no explícita, se convirtió en su sello. “Los dejo con el misterio”, dice con naturalidad. También incorporó breves videos sensuales: bailando, bañándose, grabaciones íntimas sin mostrar sus partes íntimas. Pero en ese vaivén de demandas del mercado encontró un camino inesperado.
La mujer que mima a los incomprendidos
“Muchos de mis suscriptores son esposos incomprendidos”, afirma. Hombres que, según ella, se sienten ignorados en su casa, cuestionados por sus parejas, presionados por las deudas, el trabajo o la rutina.
Ellos no buscan una modelo, sino que quieren una presencia femenina afectuosa. “Me dicen: ‘Te busco porque eres más amorosa’”.
Muchos pagan solo por tener conversaciones privadas. No para pedirle fotos, sino para contarle sus frustraciones: que su esposa ya no es cariñosa, que creen que son engañados, que sienten que en su hogar no hay espacio emocional para ellos. “Algunos terminan llorando”, confiesa.
El nivel de conexión llega a tal punto que le piden que los llame con apodos cariñosos: “mi amor”, “mi vida”, “mi cielo”, “mi melocotón”. Un refugio virtual para hombres que, al otro lado de la pantalla, buscan un gesto de ternura incompatible con su vida matrimonial.

“Muchas veces las conversaciones no son sensuales. Me buscan para que los escuche. Me dicen que soy su ángel de paz”, recalca.
En ese rol de confidente, Dayana encontró su verdadero nicho. Su éxito radica tanto en la estética como en la intimidad emocional que ofrece.
Una audiencia global
Su público no solo proviene de Latinoamérica. Australia, Estados Unidos y Canadá parecen ser territorios propicios para su estilo. Allí, dice, la admiración por las mujeres sudamericanas es ‘pepa’.
Sorprendentemente, asegura que no recibe peticiones extrañas. Aunque hubo un seguidor guayaquileño que llevó su ‘devoción’ más lejos: tras meses de videollamadas y conversaciones, le propuso pagarle un viaje juntos. Nunca dijo a dónde.
“No acepté. No tenía la certeza de que mi integridad no estaría en peligro. El dinero no lo es todo, también hay que cuidarse. Luego desapareció de mi página”, cuenta.
Nuevas tendencias, nuevo rumbo
El ecosistema de OnlyFans exige evolución constante. Dayana lo sabe y por eso planea integrar a su pareja en el contenido. “Vamos a subir videos donde se lo vea a él dándome nalgadas o cachetadas, cosas así. Es tendencia ahora”.
Su pareja, afirma, siempre ha sabido de su trabajo. Desde el inicio acordaron que la plataforma no era negociable. “Esto me ha ayudado a tener una mejor vida, a pagar mi departamento, mi cirugía estética y a viajar”. Él la apoya sin cuestionamientos.
Aun así, Dayana mira más allá. Considera que la página azul es un escalón, no un destino final. “Quiero aprovecharlo para hacer dinero y crear una imagen como influencer. Pero en el futuro lo dejaré”.
Dayana tiene claro que OnlyFans es, por ahora, una herramienta para su crecimiento económico, un paso intermedio en su vida. Mientras tanto, sigue siendo ese “ángel de paz” y consuelo que muchos “infelices” encuentran en la calidez de una conversación privada y un “te entiendo” digital.
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