En medio de diferentes eventos, una multitud de feligreses concurrió al templo levantado en lo alto de las montañas, a media hora del centro de Zaruma, provincia de El Oro, el santuario de la Virgen de los Remedios, en la parroquia Güizhagüiña, donde hasta este 25 de agosto celebraron, con romerías, rezos, danzas, cabalgata, misas, a la Madre celestial.

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La iglesia de fachada colonial, una de las más visitadas en suelo orense, resguarda en su interior altares tallados en madera, imágenes centenarias y reliquias que hablan de la herencia católica en la región.

Cada rincón del santuario cuenta una historia, ya sea en los retablos que conservan detalles artesanales o en las paredes que han sido testigos de miles de promesas y plegarias.

Una laguna se secó

El origen de este templo, que se remonta a la época colonial, está envuelto entre tradición y leyenda transmitida de generación en generación. Se cuenta que en el sitio donde está la estructura y el parque existía una laguna, con una piedra, sobre la cual apareció la Virgen María, hace más de cuatro siglos.

Los antiguos pobladores interpretaron aquel hecho como un signo divino y comenzaron a rendirle culto. Cuentan que a medida que acudían las personas ha hacer oraciones y promesas, la laguna fue disminuyendo hasta secarse por completo. En esa zona se levantó el santuario en honor a la Virgen que se convirtió en centro de peregrinación y su fiesta anual, de cada 25 de agosto fue reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador en 2021.

Para los habitantes, el templo es el corazón de su parroquia, en el cual se reafirma su identidad, su creencia. Con el paso de los años, el santuario ha sido restaurado, siempre cuidando de mantener la esencia de su origen.

Una madre sanadora

La Virgen de los Remedios está representada de una manera singular, mientras sobre su brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús, en su mano derecha lleva una pequeña pastilla, lo cual simboliza que ella llegó a sanar, a consolar y a dar esperanza.

Los testimonios de milagros abundan. Curaciones inexplicables, sanaciones físicas y espirituales y más favores están recopilados entre sus paredes.

“Yo estaba muy enfermo de gastritis y no encontraba alivio. Me encomendé a ella y ahora estoy bien. Sé que fue la Virgen quien me sanó”, cuenta Manuel Yanza, habitante de la parroquia.

El padre Andrés Ulloa, párroco del santuario, recuerda la historia de una mujer que recuperó la movilidad tras una fractura grave en la pelvis. “Ella caminaba apoyándose en las paredes, pero tras rezar con fe, los médicos confirmaron su recuperación total. Estos testimonios son parte de lo que hace de este santuario un lugar único”, acotó el religioso.

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