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Este es el mausoleo en Quito donde descansan los restos de Antonio José de Sucre.Extra

Maduro va contra la voluntad de Antonio José de Sucre y pide llevarlo a Venezuela

El pedido de Nicolás Maduro de trasladar los restos de Antonio José de Sucre reabre un debate histórico sobre el descanso del Mariscal en Quito

La Catedral Primada de Quito se ha convertido en un santuario político y emocional. Entre sus muros descansa Antonio José de Sucre, el libertador que dirigió las tropas ecuatorianas en la decisiva Batalla de Pichincha, y que encontró en la ciudad no solo un escenario de guerra, sino una vida, un amor y un destino final.

(Lea también: Batalla de Pichincha: Los secretos de una lucha épica por la independencia)

Este lunes, a más de 190 años de su muerte, su nombre volvió al centro del debate. En su programa semanal, Nicolás Maduro pidió “hacer las gestiones” para traer los restos del Gran Mariscal desde Quito hasta Cumaná, su ciudad natal en Venezuela.

Pero para entender por qué esa solicitud toca fibras sensibles en Ecuador basta asomarse a la historia íntima del héroe: a lo que amó, a lo que perdió, y sobre todo, a lo que pidió.

Quito, la ciudad que se volvió el destino de Antonio José de Sucre

Sucre llegó a Quito como libertador y terminó encontrando un hogar. Fue en 1822, poco antes de la Batalla de Pichincha, cuando conoció a Mariana Carcelén, la marquesa de Solanda. El encuentro ocurrió en una celebración familiar. Él, un militar de apenas 27 años pero ya un estratega respetado; ella, una joven aristócrata de rasgos suaves y carácter firme. Desde ese momento las cartas empezaron a cruzar montañas, batallas y distancias.

Nicolás Maduro dispuso a Diosdado Cabello hacer las gestiones para traer el cuerpo sin vida de Antonio José de Sucre.Archivo / Extra

Ocho años más tarde, ya en medio de las tensiones políticas de la Gran Colombia, se casaron. Pero el destino les dio apenas unos meses: el 4 de julio de 1830, Sucre fue asesinado en las montañas de Berruecos. Su hija, Teresita, moriría dos años después. Mariana quedó sola, custodiando el duelo y el recuerdo del hombre al que la historia llamaría “el Abel de América”.

El deseo de José de Sucre con el volcán Pichincha

Hay un detalle que vuelve esta historia aún más profunda. En 1825, desde el Alto Perú (Bolivia), Sucre escribió una carta al general José Trinidad Morán. Allí dejó una frase que hoy resuena con una fuerza casi premonitoria: “Pienso que mis huesos se entierren en el Ecuador, o que se tiren dentro del volcán Pichincha”.

Antonio José de Sucre, prócer de la independencia de Ecuador.INTERNET

Amaba el territorio que había liberado, respetaba sus montañas, y tenía en Quito a su esposa y a parte de su vida. Esa voluntad quedó registrada por historiadores como Alfonso Rumazo González y se convirtió en un testimonio irrefutable de dónde quería reposar.

El periplo silencioso de un cuerpo histórico

De acuerdo con un artículo del Municipio de Quito, tras el asesinato de Sucre, la marquesa de Solanda ordenó que el cuerpo fuera trasladado a la hacienda Dian. Luego pasó al convento del Carmen Bajo, en pleno centro de la ciudad. A inicios del siglo XX, sus restos se movieron a la plaza de Santo Domingo; después a la Capilla de Las Almas en la Catedral.

Finalmente, en 1933, se estableció el mausoleo en la Catedral Primada de Quito, donde permanece hasta hoy. Allí, en una urna labrada en roca de andesita del propio volcán Pichincha, la voluntad de Sucre terminó cumpliéndose de forma casi literal.

Un mausoleo que guarda símbolos

El mausoleo está custodiado por el Batallón Libertario, que recrea a los soldados de la Batalla de Pichincha. Entre los objetos más simbólicos se encuentra una réplica de la espada de Simón Bolívar, donada por Hugo Chávez en 2002. No es un simple adorno: es un recordatorio de la hermandad —a veces tensa, a veces profunda— entre las historias de Venezuela y Ecuador.

La Catedral, que hoy atraviesa un proceso de restauración integral, es también un santuario de la memoria nacional: allí se honra a los próceres del 10 de Agosto, a las víctimas de la masacre del 2 de agosto de 1810 y a quienes lucharon en Pichincha.

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