Desalojo en la Catedral: seis locales históricos cerrarán tras más de 60 años sin explicación

Seis locales que han funcionado por más de seis décadas en los bajos de la Catedral Metropolitana de Quito resistirán hasta el final. Sus dueños y empleados mantienen la rutina diaria para atender a viejos y nuevos comensales, mientras se acerca la fecha límite para abandonar los espacios que han ocupado durante generaciones.

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A finales de septiembre, estos negocios recibieron notificaciones de terminación del contrato de arriendo. Legalmente, reconocen, no hay mucho que hacer: los documentos fueron entregados conforme a la normativa vigente.

“Hace tres meses nos notificaron a través de un abogado”, confirma Gustavo Sánchez, uno de los arrendatarios.

Según relatan los comerciantes, no hubo una reunión previa ni una explicación directa sobre los motivos de la decisión. Solo saben que el contrato cesa el 31 de diciembre.

Sin respuesta clara

Tras recibir las notificaciones, los arrendatarios intentaron comunicarse con las autoridades eclesiásticas.

“Nos reunimos los seis locales para conversar con los curas, para ver si nos indicaban cuál fue la razón. Nunca nos dieron apertura. Nos dijeron que hablemos con los abogados”, relata Sánchez.

Sin embargo, el cruce de versiones no aclaró la situación. “Nos comunicamos con el abogado y el abogado nos dijo que hablemos con el cura. Al final, ninguno nos dio la razón”, añade.

Una percepción similar tiene Natalia Salcedo, otra comerciante afectada. “Nunca hubo una apertura para negociar ni para explicar el motivo. Solo se nos dijo que el contrato no iba a renovarse”.

Negocios familiares

Entre los locales afectados hay negocios que han pasado por varias generaciones. El de Gustavo Sánchez funciona desde 1965.

“Este local lo fundó mi suegra. Yo estoy aquí hace 40 años. Mis hijos trabajan conmigo”, dice.

Allí se venden alimentos tradicionales. “Sánduches de pernil, jugos, seco de chivo, chicharrón. Todo es comida tradicional”, detalla.

Otro de los casos es el de Alicia Guevara, de 80 años, cuyo local funciona desde 1950. “Lo manejaba mi mamá y mi tía. Yo llevo 40 años aquí. Vivimos de esto”, contó.

Inversiones recientes

Los comerciantes señalan que las mejoras realizadas en los locales fueron cubiertas por ellos mismos. “Todos los arreglos que están aquí son de nosotros. Los padres nunca pusieron nada”, afirma Sánchez.

Cuenta que hace dos años realizaron una remodelación que obligó a cerrar el local casi un mes. “Se invirtieron 25.000 dólares y tuvimos que hacer un préstamo. No hemos recuperado la inversión y ahora nos dicen que tenemos que salir”, señala.

Natalia Salcedo coincide en ese punto. “Cada año se hacen inversiones. Incluso este año remodelamos el local y tenemos todos los permisos en regla”, afirma.

Los comerciantes explican que los locales son su principal fuente de ingresos. “Aquí trabajan siete personas y tres familias más dependen de este negocio”, indica Sánchez.

Alicia Guevara señala que la decisión proviene de la actual administración eclesiástica. “No es el monseñor anterior. Es el nuevo, que está hace tres años. No sé por qué razón tiene para botarnos de aquí”, afirma.

Asegura que durante años cumplieron con los pagos. “Siempre hemos pagado puntualmente. Nunca hemos tenido problemas de arriendo”.

Lo que dice la ley

Los arrendatarios reconocen que la normativa no los ampara para quedarse. “La Ley de Inquilinato dice que si el dueño ya no quiere arrendar, está en su derecho”, explica Sánchez.

Por eso, afirma, iniciar acciones legales no es una opción. “Sería perder tiempo y dinero”.

Sin embargo, los comerciantes han decidido resistir hasta el final, al menos para aprovechar el feriado de Año Nuevo.

“Hemos aguantado muchas cosas: la pandemia, el cierre del centro por protestas, la despoblación de la zona. Recién con el Metro los clientes volvieron”, explica.

Solo recuerdos

La posible salida de los locales también genera reacciones entre los clientes habituales. Jorge Almeida, quien asegura consumir en el sector desde hace unos 40 años, lamenta la decisión. “Siempre venía por el café, el chocolate, las empanadas de morocho y de verde con queso. Es una costumbre”, dice.

Reconoce que la decisión depende de los propietarios, pero no oculta su pesar. “Como clientes nos da mucha pena que se vaya esto de tantos años. Es un espacio muy tradicional”.

Para Mónica Encalada, el vínculo con estos locales es familiar. “Mi papá me traía desde pequeñita. Aquí comíamos secos de chivo, helados de mora, empanadas, quesadillas”, recuerda.

Sobre la falta de información, señala: “Solo se sabe que no les van a renovar el contrato, pero no se explica por qué. Si era subir el arriendo, lo justo era hablar y llegar a un acuerdo”.

Pero no se trató de eso: simplemente se les informó que los contratos no van más.

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