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Quito

La tradición de coches de madera revive en Quito: ¿Por qué dejaron de ser oficiales?
Familias mantienen vivo un deporte que mezcla riesgo, ingenio y pasión barrial. Mientras el Municipio exige permisos casi imposibles
En Quito hubo un tiempo en el que las calles empinadas se convertían en circuitos de carreras, los tablones de construcción en coches de madera y personas de todas las edades jugaban a ser pilotos de Fórmula 1. Esa tradición es popular en las Fiestas de Quito desde la década de los 40. Era igual de importante que las chivas, el cuarenta y el canelazo.
Historia de los coches de madera
Se practicaba en las calles de San Juan, en la Legarda, en la Bartolomé de las Casas y la Martha Bucaram. Hoy, en sus 491 años de fundación, el Municipio ya no organiza estas competencias de manera oficial.
Por un lado, los organizadores consideran que la burocracia ha mandado al olvido esta tradición al exigir permisos que no se pueden conseguir. Por otro, desde el cabildo aseguran que solo quieren evitar incidentes y que las fiestas se vivan en paz.

Cuidando la historia
Sin embargo, no todos aceptaron que este ‘ritual automovilístico’ desapareciera de la historia capitalina. En Las Casas, un barrio del centro norte, un grupo de vecinos decidió no rendirse.
Entre ellos está Daniel Ayala, un hombre que desde pequeño miraba fascinado cómo los coches bajaban a toda velocidad por la Bartolomé de las Casas. “Siempre decíamos que algún rato hemos de participar”, recuerda.
Cuando la tradición se pausó oficialmente por las suspensiones municipales, él y sus amigos del barrio se reunieron para revivirla por cuenta propia. Según Daniel, el Municipio exigía permisos y requisitos que, para ellos, eran difíciles de conseguir.
Uno de estos era contratar un seguro de vida para todos los asistentes. Además, debían colocar vallas a lo largo del trayecto, presentar facturas que verifiquen que los protectores de los pilotos no estén caducados, entre otras solicitudes.
Daniel y sus amigos se reunieron después de la pandemia y montaron una organización barrial hecha con cariño, ingenio y autogestión.
“Si pedimos autorización, nos van a negar”, dice. Por eso, ellos mismos se encargan de todo. Por ejemplo, los paramédicos del barrio se convirtieron en la unidad médica de la competencia, dos motos con distintivos similares a los que usa la Policía abren paso para evitar que un vehículo se cruce mientras bajan los ‘Schumachers criollos’.
También hay camionetas para trasladar coches averiados y otro grupo de vecinos coloca neumáticos en los tramos de mayor riesgo para evitar tragedias.
Todo es autogestión
Aquí no hay patrocinadores grandes ni permisos municipales. Solo tienen la convicción de que la tradición no puede morir. Los propietarios de los negocios suelen donar algún producto estrella como parte del premio.

La concejala Joselyn Mayorga, presidenta de la Comisión de Turismo y Fiestas, enfatiza que el enfoque municipal no es frenar la historia capitalina sino preservar la seguridad.
En la edición de 2018, una de las últimas oficiales, hubo tres heridos en el circuito de La Magdalena. Un adolescente perdió el control de su bólido y chocó contra dos adultos mayores.
Tradición inmortal
El circuito que utiliza la familia Ayala es un tramo de la avenida La Primavera, en el barrio del mismo nombre, en el noroccidente. Son casi seis cuadras adoquinadas con tres rompevelocidades y cinco semicurvas que aumentan la exigencia y obligan a los pilotos a medir su habilidad en condiciones un tanto peligrosas.
El protagonista de esta competición tiene 14 años y se llama Dereck Ayala, hijo de Daniel. Es el piloto de la familia desde 2020. Para él, la adrenalina es la clave: “Es un riesgo constante para ti mismo, pero te diviertes, te despejas”.

Ha ganado casi todas las ediciones y solo perdió una por un choque. No alcanzó a ver un bache, el coche rebotó, perdió el control y se volcó. Pero llevaba casco, coderas, rodilleras, guantes y pechera. Las protecciones fueron su escudo.
Este deporte tradicional tiene su riesgo. Daniel explica que los vehículos de madera alcanzan más de 65 kilómetros por hora y que los conductores deben estar enfocados para evitar incidentes, sobre todo en los tramos defectuosos.
En el período de Santiago Guarderas, estos eventos fueron suspendidos definitivamente. Entre los argumentos estaba la supuesta muerte de un niño en La Magdalena. Sin embargo, los organizadores presentaron certificados médicos que demostrarían que el afectado sobrevivió.
Generaciones de fanatismo
Daniel asegura que es fanático de Ferrari, pero admite que no es fan de ningún piloto: para él, su hijo es “digno de admirar”. Le ha inculcado el gusto por las motos, las bicicletas y el automovilismo. Practican motocross en la montaña o viajan con otros ‘compañeros de ruedas’ por las carreteras del país.

Como mecánico, le ha transmitido consejos: equilibrar el cuerpo cuando el coche derrapa, reconocer el punto exacto para frenar, entender que “el peso es el que manda”.
Y armar un coche también es casi otro ritual. Daniel explica que más del 90 % debe ser madera dura —como los tablones usados en construcción— y el resto llantas y comodidades, como un asiento esponjado o retrovisores.
Varios prototipos
Dice que hay competidores creativos: ha visto coches con manubrios de bicicleta o con sistemas básicos de cuerdas. Con el tiempo, las llantas son lo único que ha cambiado: antes eran de madera envuelta en goma; luego se permitió el caucho para mayor estabilidad en pendientes.
Generalmente, la dirección se manipula con los pies; el freno, con una palanca que asienta las gomas. El tamaño del coche se diseña según la estatura del piloto y el resto es pura personalidad ‘chullita’: alerones, pitos de bicicleta, asientos cómodos...
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