Poco después de las tres de la mañana de este miércoles 8 de octubre de 2025, el silencio del manglar fue quebrado por el ruido de motores que se acercaban desde el mar. En cuestión de minutos, la calma de la camaronera El Conchal, ubicada en el kilómetro 3 de la vía San José de Chamanga-Pedernales, en el cantón Muisne, provincia de Esmeraldas, se transformó en un escenario de horror.

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La puerta principal fue derribada con violencia. El olor a pólvora se impregnó pronto en el aire y varias vainas percutidas de distinto calibre quedaron esparcidas en la sala, de la casa, como huellas de un asalto despiadado.

Arturo Orley Acosta Cedeño (52), Juana Antonieta Falconez Demera (42), Jonathan Marchelo Acosta Falconez (22), Valeria Ramírez Arcenales (23) y un niño de apenas dos años de edad habrían sido sometidos por secuestradores que irrumpieron desde el mar y se los habrían llevado en las fibras por el manglar.

La alerta llegó a la Policía. Un morador reportó un secuestro extorsivo en ejecución. La unidad policial Chamanga 2, en patrullaje preventivo, acudió de inmediato.

Al llegar, los agentes notaron que el acceso a la propiedad estaba cerrado. Fue un trabajador del lugar quien confirmó la magnitud de la tragedia: cinco personas habían sido llevadas a la fuerza por un grupo armado.

Propietarios, hijos y empleados fueron raptados

A las 06:03, un reporte posterior incluso señalaba la posibilidad de seis personas secuestradas, incluyendo a propietarios de la camaronera, sus hijos y dos empleados.

Los agentes especializados hallaron en la escena los vestigios de la violencia: casquillos de bala, puertas reventadas, paredes agujereadas por disparos y la desesperación de los familiares.

En uno de los dormitorios, los agentes encontraron también colchones ensangrentados y otra manchas de sangre por el piso.

La hermana de Juana Falconez, Kathya, relató entre lágrimas que “los hombres llegaron por mar, encapuchados y armados” y luego se marcharon con la misma frialdad, dejando tras de sí un vacío.

La comunidad entera quedó sacudida. Nadie podía creer que una familia completa (incluido un niño) hubiera sido arrancada de su hogar.

Mientras las unidades investigativas rastreaban la zona y verificaban las huellas en el manglar, la incertidumbre se extendía.

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